HUMANAMENTE HECHOS DE CORAZÓN
Por primera vez, sí, por primera vez, estoy comenzando a escribir sin un propósito alguno, espero que quien lo lea, al final pueda encontrar uno.
Hace cuatro años murió Diógenes Galván Hernández, mi abuelo paterno, y desde entonces cambié en muchas cosas las forma como las veía y no precisamente por la muerte de mi abuelo -a quien sin duda quise mucho y llevo plenamente en mi corazón- sino por mi hermano.
Mi hermanito, el nene de la casa, el consentido (el único niño de 4 hermanos, el mayor) para mí siempre fue un punto de fuerza, rara la vez lo veía mal en cualquier sentido, en una sola ocasión lo vi con sus ojos aguados y fue por la muerte de mi abuelo materno. Con sus ojos aguados seguía mostrando mucha fortaleza; cuando esta enfermo no toma medicinas y rara la vez se enferma; para mis ojos, siempre ha sido el significado de ímpetu, de garra, de intrepidez y firmeza.
En aquel mes de julio, nos encontrábamos a punto de celebrar uno de los mejores momentos de nuestro núcleo familiar, el grado de médico de una de mis hermanas, más orgullosos y contentos no podíamos estar. Mi padre se encontraba en Miami, mi hermano en Argentina, mi otra hermana en Bogotá y en casa (Santa Marta) mi mamá, mi hermana (médico) y yo.
De repente, a eso de las 10 de la noche recibimos una llamada desde la ciudad de Barranquilla, donde residía mi abuelo y nos encontramos con aquella triste noticia de su fallecimiento. Las tres nos mirábamos las caras y no sabíamos cómo actuar, qué hacer o qué decir, solo lágrimas y sentimiento profundo de tristeza que salía especialmente del corazón de mi mamá.
Luego de sobreponernos un poco de la noticia, yo pensaba en mis otros dos hermanos, los mayores, ellos crecieron con mi abuelo, se criaron con mi abuelo y mi abuelo veía por los ojos de ellos, especialmente por los de mi hermano, su primer nieto, su consentido, su alcahueta y su orgullo.
Llegó el día de encontrarnos todos (menos mi hermano que venía en camino de Bs As) en la ciudad de Barranquilla por la partida de mi abuelo, yo me estaba muy ansiosa, fueron sentimientos encontrados, después de mucho tiempo tenía a mi familia prácticamente junta pero lastimosamente por un suceso que no hubiésemos querido nunca.
Un día después, durante su velorio escucho cuando dicen: ¡llegó Luifer!, sentí el nudo más inmenso del mundo en mi garganta, pero sabía de la fortaleza tan grande que siempre ha poseído mi hermano. Cuando lo veo, saludó a mi padre de un abrazo gigante, miró el cajón 5 segundos, se dirigió hacía donde mi mamá, se aferró con tanta fuerza a sus brazos que lo vi desmoronarse como nunca en mi vida lo pensé, lloraba como un niño chiquito, lo vi débil, vi su interior blando, vi su dolor y al mismo tiempo su agradecimiento con la vida.
Ese día vi a una de las personas más fuertes para mí, como la más humana de este mundo. Hoy, 21 de abril de 2017 para ser exactos, veo que nuestro planeta esta vuelto un caos, veo jóvenes con mucho futuro partir de este mundo sin ninguna explicación, veo a un pueblo luchando entre sí para sobrevivir, veo a países en guerra crucificando a los que no la quieren, veo a la humanidad herida, en cuidados intensivos, adolorida.
Luego de todo esto entiendo que estamos hechos de corazón, de la fragilidad de la vida, de la esperanza de nuestros sueños, de nuestros miedos y tristezas, de la dulzura de las personas que amamos y extrañamos, de las alegrías de los éxitos, de las huellas y las marcas que dejamos. Estamos hechos de humanidad y humanamente debemos vivir; creyendo al otro como un yo, no en su pensamiento, sino en su sentir.
¿Se imaginan el mundo así? Es posible, no necesitamos cambiar de "chip", ni si quiera entendernos, solo necesitamos respetarnos y comprendernos como personas que sentimos independientemente de las diferencias políticas, religiosas, socio-económicas y todas esas creencias con las que no nacemos pero crecemos.
Comentarios
Publicar un comentario