Guerrero, grande, rico, pasional y con gente maravillosa: así es el Caribe colombiano
Guerrero, grande, rico, pasional y con gente maravillosa: así es el Caribe colombiano
Por Sherlim P. Galván Gutiérrez
La historia, toda aquella que hemos conocido en los libros o en la oralidad de nuestros padres, maestros,abuelos; nos han enseñado a “valorar”, respetar y mantener el esfuerzo de todos aquellos que fueron colonizados, así como también tener la capacidad de idealizar y buscar nuevos horizontes como nuestros colonizadores. El 20 de julio de este año (2014), se celebró el día de la independencia, independencia que hace 204 años le pusimos un punto seguido, porque actualmente seguimos luchando pero con otros conquistadores. Sin embargo, Colombia a pesar de las dificultades trata de mantenerse en pie y eso vale.
En Colombia con una gran diversidad cultural, con muchas regiones y grandes fiestas, se resalta una identidad que ha marcado el andar y las pausas de su región, la Región Caribe, que como expresa el sociólogo Edgar Rey Sinning en su documento: “El caribe continental colombiano en el contexto de la cuenca del gran caribe. Elementos para una discusión”, este Caribe es una gran área cultural, no existe un Caribe singular, existe un Caribe plural.
Guerrero, grande, rico, pasional y con gente maravillosa: así es el Caribe colombiano. Es extraordinario apreciar todo lo que lo compone: su naturaleza, su flora, su fauna, sus mares, sus culturas, sus expresiones culturales, y sus historias.Estas son características que por diferentes motivos sociales, políticos y económicos han sufrido una gran decadencia donde se resalta la herencia de esa identidad sumisa, ya que no somos capaces o no tenemos las bases suficientes para poder imponer nuestra cultural y mostrar la riqueza tan grande que hay en ella; sino que aceptamos y dejamos a un lado nuestra cultura de raíz por esa cultura impuesta y generada por la tan llamada: globalización del siglo XXI.
Sin embargo, estas raíces culturales no han sido del todo arraigadas de las zonas rurales o pueblos del Caribe, donde se resalta esa solidaridad mecánica, que Emilio Durkheim define como aquella conciencia colectiva, que no se ve o se aprecia en aquellas ciudades grandes, lugares donde se magnifica la independencia, la solidaridad orgánica, y a las que lastimosamente se deben aferrar todas esas personas víctimas de la violencia que por bien, o por mal buscan nuevas oportunidades para salir adelante.
Es necesario aprender a asumir nuestra identidad, identidad que nos da autenticidad y autenticidad que podremos mantener con nuestra actitud y capacidad de ser críticos con nuestra historia y expresiones que han pasado de generación en generación.
En este siglo, hemos tenido que ver y crecer con la imposición sociocultural de nuestro país. Una cultura oficial que va del estrato 5 hasta el 10 o el más alto y, una cultura popular que va del estrato 0 al 4 o menos. Esto es una muestra clara de que al parecer aún no avanzamos y nos mantenemos en aquella época de la colonización donde la identidad y expresión cultural de los españoles es dicha cultura oficial, y la identidad y expresión cultural de los indígenas, afrodescendientes y en algunos casos mestizos es la cultura popular.
La cultura popular del Caribe colombiano, impone una gran fuerza sobre este país centralizado, cosa que se demuestra en sus fiestas, en sus ritmos en sus instrumentos. Es por esto que resalto la siguiente frase: “ser caribeño, es más una actitud ante la vida, que estar ubicado en un lugar geográfico”, frase que me recuerda que en el Caribe los colores se ven diferentes y donde cada uno de sus integrantes vive su vida hoy, viven magníficamente su día a día, lo disfrutan y lo aprovechan como si fuera el último de su vida, los padres no saludan a sus hijos con una estrechada de manos, los reciben con abrazos y besos, las madres no son sumisas, se imponen y en la casa: se hace lo que ellas digan, no se avergüenzan de ser amas de casa y sin miedo dicen a todo pulmón: ese que ves ahí, ese lo crié yo.
El Caribe, es tan plural que todos hablan diferente pero tienen la capacidad de entenderse; esta última es tan especial, que no hay necesidad de decir una frase completa para comprender lo que el otro dice, un ejemplo de ello y característico, se da por lo general cuando intentan terminar una frase diciendo:“… entonces ajá”. Su lenguaje es una gran riqueza que le permite diferenciarse de las demás culturas y aparte, conocer la relación que tienen las personas entre sí: una relación de confianza y acogida con el otro; su manera de decir lo que se piensa es folclórica, alegre, confianzuda y afable.
Al inicio del texto mencioné que una de las cosas heredadas de nuestros colonizadores era la capacidad de idealizar y buscar nuevos horizontes, y cómo no heredar esto con la vista de todas aquellas ciudades costeras que tuvieron, tienen y tendrán el placer de disfrutar y querer ir más allá de esa línea horizontal que no nos deja ver más de lo que nuestra vista y su inmensidad nos permite, o irnos corriendo detrás de aquel sol que en su atardecer se hunde en nuestro mar.
El Caribe es inmenso en todo, especialmente en su riqueza cultural. Es cierto que su identidad cultural como sus expresiones, hoy tienen grandes problemas, sí; que esta identidad cultural y sus expresiones son maravillosas y únicas, sí; pero también y mucho más importante es que aún estamos a tiempo de recuperar todo aquello que por diversas razones se ha perdido poco a poco y en grandes cantidades. Es hora de preguntarnos ¿qué tan dispuestos estamos por recuperar esa riqueza inmaterial que nos pertenece? y pensar que más adelante cuando nos pregunten quiénes somos y de dónde venimos podamos responder con seguridad y bases: ¡Soy Caribeño!
Este ensayo lo escribió una cachaca, una cachaca que creció en el caribe y que hoy siente sus raíces culturales en lo más profundo de su identidad y sus costumbres. Una cachaca que tuvo la fortuna de crecer en el clima tan cálido como su gente, en las calles donde los arcos eran dos piedras y el balón estaba hecho de puras medias, donde los besos, los abrazos y las palabras de cariño eran cuestión de cada día. Una cachaca que conoció la magia del Caribe y que quedará impregnada para siempre de ella.
Para finalizar, es hora de que reconozcamos y entendamos la cultura también como un recurso, un recurso para el desarrollo de su población para su conocimiento, su reconstrucción, su crecimiento y por supuesto para asumir su autenticidad, sin miedo a tener accesibilidad a la universalidad.
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